Me invade una sensación de lejana
angustia, de extraña locura, solo la pena en los ojos del cuerpo reflejan la
verdad, sus cordura se esfumo con el futuro, el presente y el pasado de aquel
peculiar individuo.
Mi día comenzó como cualquier
otro dentro de la oficina, pero no tardo mucho en tomar un curso diferente al
de otros días, aquella mañana fresca de mayo poco decía de lo que ocurriría.
Camine desde mi auto a la entrada de mi despacho, coloque mi chaqueta en el
respaldar de la silla, y comencé a organizar el trabajo acumulado del día
anterior.
Por la ventana sucia podía ver a
los oficiales escurrirse de sus tareas para perder el tiempo de trabajo como
les fuese posible, como si alguien los obligase a haber tomado la
responsabilidad de cuidar de los demás. Rompiendo el silencioso bullicio de una
mañana normal, el cabo Raúl Suarez, entra estrepitosamente en la sala común del
recinto, en su cara se denotaba el miedo, más que miedo el horror, comencé a
ver como sus gestos y movimientos rápidos, no podían explicar lo que había visto,
el me miraba fijamente, aunque no entraba en mi despacho, mi paciencia nunca
fue un atributo notable de mi personalidad, me levante estrepitosamente de mi
silla y enfile mis pasos hacia la puerta. En ese momento suena el teléfono, retrocedí
sin pensarlo y tome tubo del viejo teléfono como había hecho muchas veces
antes, una llamada convencional sobre un extraño merodeando el pueblo, los
ancianos suelen desconfiar de su propia sombra, al colgar recuerdo la expresión
de Suarez, vuelvo a direccionar mis pasos asía la puerta del despacho cuando el
cabo entra y con la voz entre cortada, me dice “Comisario tenemos un 165 en la
calle Rawson”, un 165 un homicidio en ocasión de robo?, en este pueblo?, sus
palabras me dejaron atónito, yo no estaba acostumbrado a este tipo de cosas, aquí
nunca pasaba nada.
Dentro de mi vehículo, mi mente
comienza a divagar, sin duda conocía la dirección, en este pequeño pueblo todos
nos conocemos un poco y nos desconocemos al mismo tiempo. Llego al lugar el
cual ya estaba sitiado por oficiales que trataban de resguardar las pruebas de él
echo. Entro a la casa y encuentro tirado sobre el sillón del living a una mujer
de 60 años de edad, su cara poseía un extraño color amarillento, y sus labios
negros denotaban asfixia, me acerco al cuerpo, noto que en él no había ningún rastro
de violencia, mas sin embargo se podía ver el inmenso dolor que la victima padeció
antes de morir, sus manos habían arañado el respaldar del sillón rasgando en
girones su tapizado blanco. Algo aquí no estaba bien, esto no era un robo, la habitación
parecía inalterada. Pregunte a uno de los oficiales que se encontraban junto a mí,
si se encontró alguna otra víctima, “no hemos verificado el interior de la
vivienda comisario”, la palabra inútil me vino a mi mente, pero luego al ver su
cara de espanto supe que era mera cobardía, y tenían toda la razón del mundo. Comencé
a escudriñar las salas y habitaciones de la casa lentamente, como si algo
guiara mis pasos llegue a una habitación pintada de rosa claro, muñecas y
juguetes tirados por todo el piso indicaban que allí moraba un pequeño, pequeña
en realidad. Entre oso de peluche y muñecas de tela se encontraba el pequeño
cuerpo retorcido de una niña, con sus pequeños labios negros igual que los que
fueran de su abuela, la cual yacía en el sillón del living. Sentí como me invadía
el horror, a los pies de la niña un ramo de flores pequeñas y blancas, las
cuales había visto en algún lado antes pero no podía recordar. Vuelvo sobre mis
pasos tratando de aclara mi mente, al llegar nuevamente al living de la casa un
oficial me entrega un trozo de papel que
decía: “De aquí me llevo lo que me pertenece”, pero en el lugar no faltaba
nada.
Mientras tratábamos de reconstruir como habían sido
los hechos, por donde habían entrado, que buscaban?, por que matar a dos
personas?, como las mataron?, porque a la niña?, suena mi celular, me indicaban
otra dirección no daban detalles, pero era urgente. Al llegar me encuentro con
dos cuerpos mas, otra vez dos mujeres, esta vez mas jóvenes, al parecer
hermanas, igualmente retorcidas y con sus labios negros, a los pies de los
cuerpos, pequeñas flores blancas y una nota: “De aquí me llevo lo que me
pertenece”. Los asesinatos estaban conectados, la mujer de 60 años era la
abuela de la niña, la cual era hija de una de las dos mujeres encontradas en la
segunda locación. Lo que no concordaba era el hecho de que nada faltaba en las
viviendas pero las notas deban cuenta de que algo se había llevado el agresor.
En las puertas y ventanas ningún signo de violencia.
El día se había vuelto lúgubre y
negro, el aire se convirtió en una densa bruma difícil de respirar. Trato de
aclarar mi mente nuevamente, es hora de volver a la comisaria, es hora de
comenzar la investigación, busco las llaves de mi auto en mi bolsillo derecho,
el camino no era largo solo unas pocas cuadras, no bastarían para quitarme de
la cabeza aquellas imágenes, después de muchos años me doy cuenta de que no me
hubiera sido posible quitarme esas imágenes hubiese la distancia que hubiese
desde aquella casa a la comisaria, ya que aun hoy las tengo vívidamente grabadas
en mis retinas. Al llegar, como cuervos negros más malas noticias me esperaban
sobre mi escritorio. Otro cuerpo había sido descubierto tras una llamada algo
extraña. Casi deseando de que todo fuese mentira tomo las llaves de mi auto y
salgo de mi despacho, cansado y temeroso de lo que encontraría esta vez.
En el lugar las puertas abiertas,
al entrar un cuerpo suspendido de una viga del techo de madera, un hombre
joven, un suicidio sin duda, a los pies del cuerpo una nota:
“Me voy de este mundo a pagar mis
pecados a quien corresponda, no seré juzgado por ningún juez mortal, porque lo
que yo reclamo no fue escuchado por ningún juez mortal, me he cobrado la vida
de 4 personas, de cuatro horribles personas, que se llevaron las vidas de mis
padres, las cuales arrancaron con años de amargo sufrimiento, se llevaron la
vida de mi abuela con una vida de humillación y violencia, hoy me cobre lo que
me robaron, también me lleve la vida de la niña, para que no pudiese seguir los
pasos de sus antecesores ,así rompo el circulo”
“Solo pido perdón por solo un pecado,
el no haber defendido mi cordura, lo demás solo es causa y efecto”.
En el jardín de la casa cientos
de pequeñas flores blancas. La cicuta florecía en aquel jardín como si la
muerte hubiese estado jugando con este hombre desde hace ya mucho tiempo.
Historia macabra se te a ocurrido
ResponderEliminarBuen relato, ahora hay que perpetrarlo.
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