lunes, 30 de enero de 2012

Mi querido bóxer.

Hace algunos años atrás, en un día no muy diferente a cualquier otro día de facultad, algo cósmicamente poderoso, algo increíblemente estremecedor-como un rayo en el medio de la frente- golpea mi mente atormentada de funciones y desarrollos matemáticos.
En ese momento hice comunión con una verdad que cambiaria mi vida, y dejaría “MARCAS”.
Descubrí que los calzoncillos bóxer son mucho más cómodos que los slip, mientras las ecuaciones llenaban la pizarra mi mente se llenaba de nuevas posibilidades, colores de calzoncillos que jamás probé, nuevas marcas, algodón, licra, y porque no? Tal vez seda.
No sé cuanto duro la clase, pero lo único que recuerdo es que salí decidido a gastar parte de mi magro semanal en unos nuevos pares de exquisitos bóxer.
Salgo caminando en busca de mi tesoro, recorro algunas tiendas, y entro en la tienda en la que había predestinado la compra, si,  en realidad sabia donde quería comprarlos, en la tienda de moda de la ciudad, en realidad mire las otras vidrieras solo por caridad. Yo sabia que mi destino estaba en esa tienda con precios inflados y marcas de moda algo dudosas, pero con hermosas vendedoras de pieles bronceadas y pelos largos y sedosos.
EN lo más alto de la pila de calzoncillos un hermoso calzoncillo bóxer blanco, era el rey de los calzoncillos, pregunto el precio, la verdad estaba un poquito fuera de lo que yo consideraba un precio justo, pero igual compre aquel estupendo ejemplar.

Los días pasaron y llego el añorado viernes, día de salida, día de fiesta.
Como era de costumbre nos reunimos con amigos, chicos y chicas en un departamento a comer algo, para nutrir los cuerpos que luego se desgataran con el baile, y a tomar otro poco para hidratar y lubricar lo que haya que hidratar y lubricar.
La noche comenzó lentamente pero se volvió cada vez más alegre y divertida, llegando las 2.30 am, la primera voz de mando del ebrio de turno dicto: “VAAMOS VAMOS, no quiero hacer cola”, allí comenzó el debate ¿dónde vamos?, las ofertas no sobraban para nada, pero nos auto convencíamos de que teníamos algo que elegir.
Algunos sabios piden un taxi y otros tarados –Como el narrador de esta historia- deciden llegar caminando. En el camino los cofrades se divierten, con juegos estúpidos, de toca el timbre y corre, y el gordo siempre paga los platos rotos, y cosas por el estilo de jóvenes algo grandes para tanta soberana estupidez. Como es de costumbre en reuniones de hombres las flatulencias son comunes, y además son un recurso de comicidad, esa noche no podía faltar. Cada quien hizo lo suyo y todos reímos como enajenados mentales.
EN el boliche encontramos a otro grupo de gente conocida, entre ellos una muchacha, que poco conocía pero me parecía muy interesante. Comenzamos a charlar, la muchacha comenzó a tomar, y yo pensé, “esta es tu noche, ESTA NOCHE SE TE DA!!!”. El alcohol etílico tiene esa extraña cualidad de cirujano plástico, el cual genera una visión diferente, más galante, esto le comenzó a pasar a mi amiga, por suerte mi discurso estaba bien encaminado, y aprendiendo de mis antiguos errores no me apure ni retrocedí, solo deje que “BACO” y su néctar de los dioses, debilitara sus neurotransmisores mas y mas.
Llegando ya al final de la fiesta, y con la voz algo temblorosa hago la pregunta de  la noche- VAMOS?- y entre cierro los ojos esperando lo peor, en cambio una voz dulce y algo desmodulada por el efecto del alcohol dice…….bueeno.
LA llevo al departamento, no se si tome un taxi o Salí corriendo por que la verdad se me nublo esa parte de la historia, mas cuando llegamos ella solita encara para la habitación, la cosa comenzó a ponerse buena, pero ya no eran horas para mucho preámbulo, así que la niña, mucho más experta que yo en este tema, me dice- Sácate el pantalón- de inmediato me lo saco, luego de quitármelos me dice tirada en mi cama, date una vueltita… Lo hice. Segundo después estaba serrando la puerta del departamento despidiéndome de ella.

El concurso de pedos de la caminata había terminado con un monumental CACAPEDO, el cual había dejado una herida de guerra en mi hermoso y nuevo calzoncillo blanco.

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